#eldebate
Un nuevo Lunes que avanza hacia el invierno. Éste, sin embargo galopa, diría, hacia el “20N”. Iniciamos una semana que conlleva una carga añadida, una carga moral y de responsabilidad social para el ciudadano de a pie. A pesar del desasosiego e incertidumbre actuales, por no decir aborrecimiento masivo, ahora debemos centrarnos por unos días en escuchar lo que aquellos que lideran el camino tienen que decir o, más bien, vender.
Vemos y escuchamos a los candidatos cuando nos levantamos y queremos recibir las últimas noticias sobre el tráfico antes de ir a trabajar, (los que pueden). Al tomar el café después de comer, antes y después de la telenovela, en los espacios gratuitos de anuncios de campaña electoral y, finalmente, antes de ir a dormir nos mandan otro recordatorio en un ejercicio de orden subliminal.
Nos damos merecida cuenta de que las urnas son el bien más preciado. Tiempos atrás te identificabas con un partido y aunque tuvieras pequeñas discrepancias, seguías andando con él, porque desprendían confianza y básicamente realidad. Ahora a duras penas te fías de sus sombras, hay una sensación permanente de engaño, malversación e incompetencia laboral.
Ayer fue Lunes y los candidatos de los dos partidos mayoritarios para la presidencia española se enfrentaron en un debate televisado de duración limitada. Dejando en la sombra al resto de partidos que también constituyen el Parlamento.
Fue un cara a cara barbudo y conservador con toques de ciencia ficción en un plató que pretendió, sin éxito, teñirse de blanco neutral. Unos candidatos en la piel de un vendedor de pescado, en una subasta matutina. Claras se manifestaron las intenciones de cada uno de ellos.
El PSOE liderado por Rubalcaba salió desbocado después de las primeras palabras del candidato oponente, Mariano Rajoy.
Rubalcaba incidía una y otra vez en sus propuestas de reforma, de revisión, eliminación de recursos sobrantes… A la vez que exigía, vehemente, respuestas e implicación por parte del candidato de la oposición. Tan insistentemente que cayó en el hoyo de la repetición y auto-descrédito por aborrecible.
La odiosa ignorancia que permanentemente Rajoy le propiciaba al candidato socialista hundió a Rubalcaba en la lástima ajena. Pero también salpicó al populista de prepotente y mal educado. Rajoy siguió en la misma línea de sacar a la luz los errores del pasado, en un ejercicio de desprestigio. Y consumiendo, prácticamente, la totalidad de su tiempo de debate en la crítica destructiva sin aportar nada nuevo sobre la mesa, sin proporcionar soluciones, vendiendo humo. Y así el pescado se sigue pudriendo.
Datos de audiencias confirmaban esta mañana que Cataluña relegó el combate verbal a un tercer puesto en un ranking liderado por programas de entretenimiento como “El convidat” o “Crackòvia”. Claro reflejo del desinterés social. En mi opinión grave y peligroso. Porque echar la vista a un lado no hace que el problema desaparezca. Cuanto más sepamos y más informados estemos, mejor preparados nos sentiremos en el momento de ejercer nuestro derecho constitucional en las mesas electorales.
Por tanto, dentro de mi comprensión, crítica i puntos negativos también para el público que abandonó el barco.
Un debate, en mi juicio, escondido detrás de la cortina de humo de la que nos hablaba Platón. Fue un baile de sombras al que tuvimos que jugar todos para poder descifrar su contenido, en muchas ocasiones sin éxito. Insisto para que salgamos de la cueva y cada uno saque sus propias conclusiones. Es importante que veamos a los personajes en color y con la luz del día.
Termino creyendo que un único debate no aclara nada. Creo que vetar los demás colores políticos resta opciones al ciudadano y al país. Que además no respondieron a las claras, clarísimas preguntas que sobrevuelan en las cabezas de cada ciudadano. Que el orden del día fue escrupulosamente corregido hasta llegar a una lista de temas absolutamente estériles. En definitiva, un gran ejercicio de cinismo que contribuyó a una gran tomadura de pelo general. ¿y ahora, qué?
